24.2.04

Despertar amaneciendo

La mañana es dulce, con el aliento de tu amor suavemente viajando entre tu cabello, con las manos entrecruzadas y la sensación de ser importante para alguien en este mundo.
La mañana es agria, cuando te das cuenta de que la gente te ha mentido, cuando descubres lo fácil que la gente cambia de parecer, cuando las cosas no son como solían ser.
Caminando hoy me di cuenta de que las cosas que te dan alegría no son aquellas que cuestan mucho dinero, ni las que piden que dejes media vida allí, las cosas sencillas son las que te dan ese gusto por hacerlas, esa sensación hermosa de estar vivo: Dejar que la lluvia te empape, comerte un plato hasta arriba de cereal, caminar descalzo en el pasto o escuchar en el micro un cachito de tu rola favorita, en ese pequeñísimo momento en que el chofer cambia de la zeta a la kebuena (jeje).

Vamos, hoy no quiero escribir poesía, quiero ver las cosas como son, sin tapujos, sin disfraces; no quiero maquillar mi mundo, al menos por hoy.
La crudeza de la vida para mí no es el hambre, no es el vecino del norte tratando de destruir medio mundo, tampoco lo es el SIDA matando millones de personas. Para mí la crudeza de la vida está en la falta de amor, esa ausencia que nos carcome, no podemos ver igual a las personas, siempre hacemos una distinción; que si yo soy moreno y tu eres güero, o al revés y que si tu eres católico y yo soy ateo (gracias a dios, jaja, cliché? por supuesto), o ya muy pendejamente, que tu le vas al Monterrey y yo a los Pumas. Es tristísimo ver como desde la cuna debemos aprender no a amar, sino a despreciar, a ecadir a nuestros semejantes, no pretendo decir lo que hay que hacer, pero sí hacer un recordatorio para que estemos conscientes de lo que hemos perdido.

Uno nunca sabe...