30.5.05

Enfermedad.

Una caminata vespertina que reanima mis sentidos es suficiente para que pueda continuar la vida el día de hoy. El pensamiento no me deja estar en claro con lo que debo o debí hacer y sigo aquí, sencillamente parado mirando pasar a la gente, sintiendo algunos empujones, esquivando manotazos y patadas de vez en vez y, sobre todo, escuchando las increpaciones que me hacen distintas personas.

Es extrañamente delicioso el estar entre tanta gente y saberse desconocido, generalmente odiado y totalmente prescindible para quien pasa al lado mío, ver la expresión hecha por una señora al esquivar un codazo de su marido y adivinar que por su cerebro no pasa nada más que la imágen pura, sin pensamiento, sin conciencia de lo que sucede y sin conciencia de que lo que observa tan atentamente no es un objeto...

Y al meditar mi posición, descubro que hace falta el espectáculo que capte la atención de los paseantes; comenzar a gritar no es buena solución, menos lo es despojarme de las prendas que tengo encima. Sangre y drama, eso es lo que captaría totalmente la atención... sufrimiento y pena es lo adecuado para complacer a un público predecible. Pero no, hoy no, porque no haré un show de mi persona, y no perderé mi soledad, no necesitaré de la gente ni estaré esperando a que se preocupen por mí. Mi sufrimiento, pena y sangre será solamente para mí.

Uno nunca sabe...

1 Comments:

At 10:22 p.m., junio 03, 2005, Anonymous Anónimo said...

méndigo perro

 

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