11.8.09

Una rareza.

Fue quedarme con un puñado de sueños sin cumplir en las manos, esperando siempre a que un nuevo beat fluyera y me sacar de la espera infernal que me encontraba. Hablaba solo de lo mejor, de ir al Valhalla y escuchar la dulce música de juguetes siendo presionados hasta su límite, estirados, enfriados y colgados al nulo sol. Pienso en una estrella que estaría brillando con el blanco más intenso, quizás desgastado por los años, pero aún intenso.

Ahora solamente hay una planicie que queda sin conquistar, pero está en la parte más oculta de la cara que me das. Si no fuera porque sufro la persecución de este terrible mareo que me pone histérico, me ocuparía en conquistarla, en descubrirla y saber de una buena vez el porqué de tus acciones. Sigo sin cumplir eso, otro sueño más.

Y quisiera querete ahora, como nunca necesitarte. Dejé de hacerlo mucho tiempo ha, y los juegos me consolaron y los viajes y salidas y trabajos y nuevos mundos. Me estuve listo un día y saliste. El alcohol ha dejado de entrar, ha dejado de ser mi principal motivo para acercarme a ti, el motivo que me unía. Comencé a disfrutarlo y beberlo por mí mismo. Ahora una taza ocupa tu lugar, y siempre llena de tinto. Escucho al Panteón, sin llorar, sin pensar, sólo disfrutando los ritmos y letras. Estás fuera y debes aceptarlo.

Anoche soñé más aún con un romanticismo que alguna vez tuve y sentí e hice mío. Hoy por la mañana vomité muy ácido y amarillo, señal inequívoca que regresé a mi estado original y no necesitaré de nadie nunca más...

Uno nunca sabe...