3.9.09

Adivina...

Cuando llegamos a malos momentos y generalizamos el comportamiento de la gente, todo está mal. Cuando llego de noche a casa y te marco, muchas veces estás somnolienta y no crees lo que digo. Cuando me duele algo que no puedo sentir en mi carne, escribo y escribo hasta sangrar de los dedos. Cuando no te tengo cerca, cierro los ojos y puedo verte allí, dentro de mi cabeza.

Hoy me desconecté, sólamente pisé el botón de pausa y tiré del delgado cordón que me mantiene sin perder piso aquí. Fui a la luna, comí un trocito de ella; sabía más salado de lo que imaginé, pero no fue malo del todo. Luego regresé y quise ir al fondo del mar, pensé que no tendría nada de malo, pero ahora sé que hasta allá abajo hay olores que uno no llega a soportar. Luego, sin conectarme de regreso a la realidad, te seguí; fui tras tu rastro radiante que me emboba como nada, pensé en atarme de nuevo a lo que me fija al piso. No lo hice. Preferí continuar el vuelo y hablarte...

Y entonces fue que comencé a abrir mi corazón, hablé, hablé y hablé. Dejé salir lo que hace mucho nadie escuchaba. Y te dije más y más, no hay duda que hubo algún momento en que quizás hasta levantaste la mano para decir algo que querías (o debías), y me limité a seguir. Dije querer a alguien que me quiera, dije sentir algo que pensé haber olvidado cómo se sentía, dije y dije... Y con cada palabra me sentía mejor y menos mal. Te dije lo que espero y quiero, te dije que busco alguien que me quiera y me comprenda y.... adivina... esa persona eres tú...

Uno nunca sabe...