12.4.04

Agudeza de una semana.

Los momentos precisos en que tus decisiones son de lo menos acertadas llegan a ser los más, cuando debes hacer elecciones que afectarán en gran medida lo que suceda contigo y los que te rodean. Esos momentos son cuando te aferras a una pequeña parte de lo que crees (o quieres creer) que puede ayudarte. Una fracción de segundo donde crees que tienes todo bajo control.
Esa sensación de acidez que te invade cuando te das cuenta que haciendo lo mismo durante un día y otro, sentir claramente como se va minando tu mandíbula bajo el efecto de la contracción involuntaria de cada músculo, logrando la molestia general de la cara.
Todo esto sumado a la sequedad bucal, exactamente la misma que sientes cuando te atraparon haciendo trampa en el examen final, o cuando te das cuenta que te falta una pieza importantísima en el trabajo que estás a punto de entregar.

Admirablemente todo esto sucedió durante la semana, un día tras otro, tan sólo para demostrar que a pesar de que presentes los síntomas de una enfermedad puedes librarte de ella...

Indecisión, aún está presente, con los recuerdos que no duelen pero dejan ver el brillo especial que traen de regreso; ya se dijo: La vida está hecha de recuerdos. Nada va a cambiar así de sencillo.

Porque a cada paso seguía la lucha, incansable; terminando con todo lo que había a su paso, tratando de exterminar lo que no servía, eliminando todo sin dejar huellas ni rastros de lo que alguna vez hubo allí. La vista prometía ser desoladora hasta llegar al punto de lastimar la mirada; algo que quedó corto como adjetivo, lastimar sólo era una mínima palabra para el efecto que produjo en este cerebro.

Esperaremos la mañana, con un poco de suerte las cosas mejorarán, además ya es tarde y los sueños no pueden esperar para ser contados, vívidamente. Las cosas comienzan a mejorar desde ya.

Uno nunca sabe...