2.10.04

Pequeñez.

Miraba lentamente el cielo, la vista perdida entre las nubes de formas diversas que enmarcaban el perfecto azul. Oía el agua a mi lado, sentía la brisa fresca golpeando en mi cara, aún el estruendo de las disparos me parecía armonioso en medio de esta escena.

Momentáneamente creí que estabas de mi lado, pero mientras más y más fuerte se oían los estallidos, me iba percatando gradualmente de cómo me habías abandonado; me habías traicionado ya.

El azul del cielo se fué, el agua dejó de correr repentinamente, las nubes dejaron de tener forma, para pasar a ser sólo una masa informe de vapor. Las cosas no hubieran cambiado tan radicalmente si lo hubiera pensado antes.

Colores horrorosamente amarillentos estaban mezclándose, poco a poco absorbiendo todo a su paso, comiendo cada hoja y rama. Consumiendo todo lo que había a su paso. Era un Apocalipsis personal, tú lo provocaste.

Media mañana había transcurrido, ya no había nada por qué luchar, nada por qué morirse, simplemente eso: Nada. La mañana era ya nada sin ti, las cosas no lucían como siempre sin ti, absolutamente nada era bueno, aunque nada era malo tampoco.

Esta era la visión que tenía cuando estaba acostado, con los ojos entrecerrados, pensando en la forma de lograr que me ames por siempre, pero no he podido llegar al punto. No sé si podré.

Lo que logré descubrir es que sin tí, nada podría nunca ser lo mismo, simplemente tuve una visión de cómo las cosas serían sin ti.

Uno nunca sabe...