4.8.04

Más.

Porque las cosas no son como solían ser (como nunca lo fueron), me dije a mí mismo que debía correr(correr...) como loco, sin parar ni siquiera para tomar aliento. Me alejé de todo lo que estaba conmigo(junto a mí), tomé un rumbo nuevo, un camino inexplorado anteriormente por mí, un salto desde un acantilado, sin fijarme si había alguien esperando por mí (para mirarme morir) al llegar a suelo. Estaba perdido (y asustado...).
Los buitres esperaban que mi cuerpo llegara hasta la tierra, que se despedazara contra las salientes y que mis vísceras (sólo esperaban por mi corazón) se regaran por todo aquél cañon. La suerte estaba en el aire, mas no estaba conmigo (ni junto a mí).
Recordaba mi corta vida mientras caía, casi podía tocar los sucesos dignos de memoria (pocos), los triunfos (pocos) y las victorias (pocas)... Fueron muy pocos en realidad, mientras que las derrotas, los sacrificios y los sufrimientos ocupaban un mayor espacio allí. Las cosas (todo) son de lo más extraño, nunca satisfaces a quienes quieres, mientras que los menos importantes (para tí) siempre están contentos y orgullosos de tí, aunque les falles más de una vez (siempre).
Esperaba el rápido desenlace, había emprendido este largo viaje sin compañía, sin manera de regresar, sin un solo apoyo (nadie). No los tenía, o al menos así lo creía yo; porque llegaste montada en una balsa de troncos transparentes, flotante. Emitía una dulce melodía, guitarra solamente, me tranquilizó por un instante y hasta olvidé la vida que había llevado; hasta me hizo intentar besarte y tocarte. Pero la velocidad de la caída no perdonó, me destrocé contra el suelo, pedazos de carne informe volaron por doquier, las manchas de sangre negra (y saliva) combinadas con tierra se acumularon en todos lados, nada quedó en su lugar, de nacer del caos, regresé al caos, no más noche (gracias, no más día), no más nada, nada machacante.
Esta mañana desperté en el suelo y hallé una playera que no usaba desde varios meses atrás, la levanté y, extrañamente tenía rasgaduras y sangre coagulada alrededor, pero lo más sobrecogedor de ello era que había plumas negras y grises, tierra atorada entre las fibras y aún mi nombre junto a un tenue rastro de sangre (no sé cuando dejaré de soñar que me matan).
Uno nunca sabe...