8.11.04

Demasiado tarde.

Era ya hora de dormir, hora de irse, de decir un hasta pronto o simplemente salir. Era frío seco, duro y acuchillante; era sentir tu mirada clavada en mí, por la espalda. Sabiendo que no lo dirías.

La hora pasó completa, la desnudez de la palma de mi mano solamente me recordaba lo indefenso que me sentía, una vez más. Lástima, una señora incomprendida que jamás pasó por aquí, nunca.

Intentaba atrapar uno solo de tus pensamientos al vuelo; sabiendo que lo pensabas justo en ese momento hubiera sido suficiente para mí. Nunca logré escarbar más profundo en tu cabeza, sé que no querías herirme.

Cada vez que trato de pensar en las cosas que he olvidado, el dolor viene y no me deja, pero cada vez que trato de acercarme a tí, el dolor desaparece... Desgraciadamente yo también.

Salí y traté de gritar tu nombre, traté de estar una vez cerca de tí, tener el valor de voltear y decirte lo que sentía, traté de hacerte pensar en mí, lo traté, pero todo en vano. Lo único que conseguí fue meter ese trozo de plomo en mi cerebro; sé que nunca podré decirtelo de frente, nunca lo hice, menos ahora estando abajo tres metros...