17.10.05

Mala.

Maldita sensación de estar atrapado entre cientos de cabezas, poder casi oler sus pensamientos, saborear sus dececpiones y disfrutar sus fracasos; es lo único motivante durante la calurosa y pestilente estancia. Maldita sensación de contacto con la animalidad reunida a borbotones, cincuenta a la izquierda, cincuenta a la derecha, cincuenta de frente y cincuenta detrás, maldita sensación.

¿Y cómo compartir esto? A sabiendas que el sudor y los aromas se mezclarán, las manos confluirán a un mismo punto y las piernas se entrecruzarán inmundamente con una falta de sentimiento que nos librará de culpabilidad; y, desgraciadamente al final todos seremos parte de esa masa deforme, de esa unión forzada e injusta de cuerpos a la cual jamás quiero pertenecer, aunque tendré que repetirlo muchas veces más.

Pronto, ya pronto será hora de olvidar todo esto, pronto será hora de desprenderse de esta sensación y, sencillamente recordarla como una mala pasada. Pronto la maldita sensación pasará a la historia, menos años por vivir cada vez, menos penas por pasar, cada vez.

Y aunado a esto, la musicalidad del momento. La torpe melodía producida por el murmullo ciego y desentendido de la muchedumbre, el taladrante paso de una conversación a otra, la falta de sentido de esta y aquella parte, el reclamo y la disputa de una pareja condenada a la extinción desde antes de estar realmente unida; una sangrante exigencia del bebé en brazos que no sabe el destino reservado para él durante el muy largo camino a casa... Pobres bestias pensantes que no llegarán más allá de donde las narices señalan... Pobres nosotros que estaremos aquí, durante este infierno en vida, y más pobres aún los que lo odiamos (la odiamos) y debemos tratar con él a diario (con ella a diario).

Uno nunca sabe...