11.11.05

Aprendí.

Hoy dirijo mi mirada hacía la vastedad de la ciudad y no te puedo hallar. Nunca pensaste que de verdad te perderías en un espacio relativamente tan pequeño, y nunca te atreviste a suponer que no estaríamos juntos otra vez. Hoy lo miras y no puedes aceptarlo. Hoy lo miro y no puedo aceptarlo. Hoy la distancia que nos separa es tan corta que pareciera que me tomarías de la mano y me jalarías hacia ti... ¡pero no lo haces! Estoy harto de que me abandones en esta vida que no tiene sentido! ¿Porque no vienes por mí de una vez?

¡¿Esta rabia no tiene sentido para ti?! Gozas la tortura de tenerme viviendo y solamente observas el espectáculo sin darme ese golpe fatal que significaría una bendición para mí, el que por fin decidieras terminar mi vida y llevarme a tu espacio inconcluso donde pueda retirarme a mendigar paciencia y lograr cerrar las heridas que me produce esta inutilidad llamada vida.

¡Y creí que estaría bien! ¡Y además me creí el estúpido cuento de mirar las cosas por lo que pueden ser y no por lo que son! Me juraron que el sol era miel brillante, me prometieron una probada del queso de la luna... Y solamente tuve un asqueroso aterrizaje en la tierra pastosa y llena de rencor que, finalmente, no tendrá caso salvar ni querer.

Y los colores que al principio eran extraordinarios, tan hermosos que no podía pensar acerca de nunca haberlos visto, se transformaron poco a poco en dagas quemantes, estocadas que golpean mi cansancio de la existencia y le minan la poca fuerza que puede manifestar.

Hoy ni siquiera el alivio encontrado en los líquidos maravillosos ha surtido efecto, mis pensamientos ya están cada vez más apagados y jamás escucharé de nuevo las voces que anidaban en mi cerebro solo para ser enunciadas y escritas...

Y maldita suerte que nadie me dijo que estaría aquí por siempre, ¿cuándo alguien me avisó que la vida sería eterna? ¿crees que el castigo más grande es el infierno? Pues tienes razón, el infierno de vivir... ese es el castigo más grande...

Uno nunca sabe...