30.12.05

En sí.

Estoy escribiendo desde casa de mis hermanos, hoy la vida sonríe un poco, pero es tiempo cada vez más cercano de las fechas grandes en que uno quisiera desaparecer. Extraño una gran parte de mí, extraño esa parte que me dejaba ser alguien a quien no le importaba nada ni nadie. Hoy tengo que admitirlo, tengo hermanos por quienes preocuparme y a quienes querer. Es una razón para aguantar la existencia por más tiempo.

Me admiro de la disposición de las cosas en el cuarto de mi hermano, los colores son una invitación a pensar en las posibilidades de crear arte, me dan la sensación de estar en el estudio de un próximo pintor y escultor al que el mundo deberá respetar por el simple hecho de la creatividad que tiene. Después de ver el de mi hermana, me doy cuenta de que de ella espero todo, sé que va a ser una maestra excepcional, estar cerca de ella es como saberte querido, protegido y demás; ella es para mí la promesa de que por lo menos conocí a alguien que hará algo importante, alguien que yo podré presumir de haber conocido cuando estaba desarrollando su talento.

Inevitablemente la ansiedad viene de nuevo, ya está tan cerca que puedo olerla, saborearla no porque la ansiedad no me gusta, sin embargo sé que debo permitirle que llegue y que destruya lo poco que he logrado construir, la siento ya rozando mis labios, viene solamente por mí.

Y mientras escucho 3 Libras y extraño a mis hermanos, sigo escribiendo, dominando el impulso de llorar sobre el teclado y tratando de aguantar la tristeza de sentirme ajeno al mundo de nuevo y no poder llorar a mis anchas, trato de levantar la mirada y procurarme una visión que me saque de esta. Una vez más... y ahoa los veo...

Uno nunca sabe...