5.6.07

¿Furia?

Estar así es como no vivir, ¿sabes qué tan triste es ver a tu ser más querido atado al sillón porque no puede dormir? El dolor de verlo tumbado en la cama sin poder moverse como a él le gusta es insoportable. Lo peor es la incertidumbre, entre el olor a alcohol y desinfectantes, más que todo la incertidumbre. Y cuando quisiera gritar y desahogar la impotencia, abro la boca y me aseguro de tener aire en los pulmones, pero... nada sale de mi garganta.

Que la vida es una completa injusticia es algo que nadie discute. Pero suele ser más injusta con las personas que son buenas durante toda su vida, sin importar que nunca hayan hecho daño a alguien y que hayan procurado mantener con bienestar a quienes quieren y aprecian. Las memorias de quien ha vivido todos los caminos del país están frescas, los recuerdos de un amigo o compañero accidentado aún provocan lágrimas y sufrimiento, la añoranza de estar al lado de la cinta, recogiendo plantas o simplemente admirando a la gente que recoge los cultivos, sigue plasmada en la mente como si se viviera en ese mismo instante.

¿Cómo es, entonces, que alguien con tan tremenda capacidad de apreciar los detalles que los demás no somos capaces de ver puede estar sometido a una pena tan grande que hiere y duele sólo de pensarla? Las ansias de destruir y arrojar cosas al aire son infinitamente inferiores al sentimiento de impotencia y tristeza que provoca ver a alguien que se ama en esta situación. No es como saber que tras unos días, todo volverá a la normalidad y ya estaremos peleando con los choferes maniáticos o con los futbolistas excesivamente pagados y de mal desempeño, contra la falta de agua en la colonia o el demasiado caro peaje de las casetas de varios lugares del país.

Es la sonrisa en el rostro forjado con experiencia y arrugas en él, con los ojos color guijarro que resplandecen como nuevos y que relumbran al son de los recuerdos, vívidos y frescos, que llegan a raudales tras concentrarse un poco en personajes y paisajes de las carreteras, lo que me retuerce el corazón de saber sin exactitud lo que queda. El padre Záizar y la hora en el reloj de Pachuca son las historias clásicas, para llegar a la dieta del Sr. Tello y la cumplidora naturaleza de los paisanos del chofer del 258 de Anáhuac; la realidad es que las personas que han sido desconocidos en los campos por los que pasamos cuando vamos a visitar a los parientes que viven en otros estados no lo serán tanto porque ha habido, todo este tiempo, alguien que se ha preocupado por verlos y saber que ellos han estado ahí para limpiar los campos de papas y para cortar las cañas que sobraron de la época de siega. Él es quien ha podido ver todo eso y más, es él mismo quien ha estado expuesto a los ccidentes, al frío y al sueño, a los federales y a los traileros somnolientos. Y hace poco, no hace mucho, de ese señor que es más que mi viejo, de él... de él al que amo, él que es más que un simple padre o abuelo, de él me explicaron los doctores que ya se me está muriendo.

Uno nunca sabe...