18.2.05

Tarde.

Tarde hoy, tarde ayer, tarde que será mañana. Nunca habrás de volver, es una pregunta que no haré porque queda de más formularla. La vaciedad de tus palabras me deja cargando ramilletes pesados de inconclusas verdades que reposarán a medias en el medio vacío mar de mi comprensión.

Una simple corazonada de lo que posiblemente sucederá, una simple corazonada que aún no he hallado si revela la verdad. Prejuicios que no llegarán lejos y que atarán mis manos a mi espalda y obligarán a una trágica caída en una penumbra eterna que me envolverá por completo.

Llegará la hora en que mires de frente lo sucedido y te arrepentirás por lo dicho, sufrirás más la vida que la muerte y desearás que el ardor termine, creerás firmemente que así se siente el morir; sin embargo el sufrimiento no pasará, solamente se hará más agudo cada vez. Todo estará fuera de comprensión.

Cuando esa hora llegue, me habré ido, justamente como una llama se extingue al recibir el rocío matutino; y tu no estarás a mi lado para acallar el llanto ni los alaridos que cobrarán vida en tu mente como fantasmas olvidados por el tiempo y que han sido revividos para causar tu ansiedad. Y aún no estarás aquí.

Porque días pasaron, semanas vinieron y terminaron por ser años en los que nunca apareció una señal, años en los que mi mar se vació y dejo solamente arena seca tras de sí. Fue todo esto la tremenda pregunta de ¿en qué fallé? Nunca habrá respuesta, pero sí una reacción: Desapariciones seguidas de desgracia.

Uno nunca sabe...

11.2.05

Patético.

La acidez de una pregunta tan infantil como "¿dónde estabas?" Eso me hace llegar al extremo de pensar qué tan pueril sea la situación en que me encuentro, no quiero escribir, no quiero comer, no quiero beber, NO QUIERO VIVIR. Darse cuenta de quién es en un momento dado la persona que afecta la vida, la persona que hace daño, la persona que no guarda lo que ha dicho con al menos un poco más de cuidado; eso es fácil, más aún si hay dos personas que hacen lo mismo.

Una personificación del sufrimiento podría aparecer sin mayor aviso que un timbrazo, toquidos en la puerta o un simple "hola." Ninguna aparición de un ente desconocido provocaría más sentimientos que cuando te veo venir por el pasillo, bajando la escalera, doblando la esquina. Probablemente terminaré por gritar al verte uno de estos días.

Mayormente la capacidad de tolerancia de una persona llegaría a su límite a la quinta ocasión en que las cosas salieran mal, el límite se rebasaría una vez y habría un hoyo del cual nadie podría salir. Por regla general, habrá quienes sean más torpes en las lides que conciernen a relaciones sentimentales, y por ende tiendan a perdonar lo que sucede, cualquier cosa: una repentina salida con los amigos, una continua salida con los amigos, una ocasional cena con un viejo compañero de la escuela, una reiterada cena con el mismo compañero, otorgar el perdón a un beso robado por un antiguo enamorado, terminar escuchando sin inmutarse el relato de la pasión con que el antiguo compañero besa a tu pareja, pasar por alto el preservativo mal guardado en la bolsa de tu dama (o en su caso, en la bolsa del saco de tu compañero), tener la nada sana costumbre de meter preservativos por caja en la bolsa, carro o mochila de tu compañera/o (siempre teniendo el detallazo de buscar sabores nuevos o colores más llamativos). Patético.

Porque nunca sabrás lo que ocurre en la habitación de al lado; cuando piensas que medio mundo está destruido, nunca volteas a ver la semilla que ha quedado entre la ceniza y que tiene el potencial de crear todo un mundo nuevo. De este mismo modo nunca te darás cuenta la forma en que te toma el pelo la gente. ¿Qué hacer? Simplemente es Patético...

Uno nunca sabe...