11.10.07

And no one is crying with me...

Yes, there is no one who is crying with me...

uno nunca sabe...

Cuándo volverás a estar aquí?

Cuántas veces te pedí? cuántas veces te miré esperando más que un beso y un abrazo? Cuántas veces tuve tu cuerpo caliente y sudoroso debajo, encima y unido a mí? Cómo es que podía resistir tus humedades y miradas de fuego con tal de hacerte retorcer de placer al lamer espalda y cuello? Agradecerías alguna vez mis retrasos para fundirme contigo? Pensarías en mí al sentir mis espamos dentro de ti, o preferirías el egoísmo y solamente te concentrarías en el placer de terminar?

Muchas veces solía refugiarme en tí, olvidarme del tiempo y el mundo; solo sentirte y enfrentarte a mis muslos ardientes en deseo por tí, mis labios reclamando lo espeso de tu saliva y el amargo sabor de tus pezones, tibio e inolvidable. No solamente el tenerte arrodillada sobre mí y para mí, sino escucharte y amarte. La explosión de tu garganta que tenia que ahogarse cuando era una situación de peligro, la misma que me obligaba a derretirme en tu interior y hacer salir mi única fe verdadera, mis verdaderos dioses creadores de vida y única sustancia imposible de imitarse por alquimia.

Y toda esta reflexión me lleva a darme cuenta de lo poco que estuviste conmigo, para mí siempre, pero quizás no siempre conmigo. Compartir tu carne con más personas, no al punto de igualar nuestras travesías de polo a polo corporal, nuestros recorridos nunca han sido ni serán imitados; compartir mi carne nunca representó la misma sensación de vértigo y entrega mutua. La carne no fue símbolo de una permanencia. La ausencia en presencia, aunque paradójica, se hizo posible.

Y todo el hervor de sangre se fue, todo los gritos liberados y dioses caídos, dentro y fuera de ti. Las caras manchadas de líquidos, el agua escurrida y las copas y sustancias para encender aún más la hoguera. Las lágrimas por sentir al amor de tu vida desmayarse entre tus brazos y creerte lo más maravilloso del universo entero. La gloriosa vista de tu persona, inerme y mía; desnuda y cálida, tomando fotografías interminables que permanecerán dentro de la cabeza por siempre y para siempre. Las llamadas que desencadenan solamente la necesidad de sentirte respirar cortadamente enfrente de mí, de abrazarte y hacerte mía una vez más, una vez más por todas las que ya sucedieron.

Entonces, es cuando todo se vuelca, cuando todo cae demasiado rápido y fuerte. Cuando me doy cuenta que no solamente se trataba de estar juntos y decir palabras amorosas; cuando la belleza de tu rostro se transforma en una perfecta mueca de disimulo, toda tu persona se esfuerza en contener la risa que trata de estallar del mismo y erótico modo que tus antiguas explosiones de disfrute. Es entonces cuando caigo perfectamente en la redondez de las burlas, en la construcción cuidadosamente estructurada para mantener mi corazón y cerebro ocupados con convencimientos absolutamente excesivos respecto a lo que en verdad sientes por mí. Creí que estaba muerto y que no iba a salvarme, creí mil veces estar más que enterrado y seco; llegaste a trastornar mi mundo que era triste, pero feliz, me cambiaste la visión de la vida y luego me dejaste donde estaba, más seco y triste, pero no igual de feliz... Y por ahora ya lo caliente, lo tangible y constante se acabó; lo interno, los pensamientos de felicidad eterna y la hora de "tú me quieres y tú no me quieres" se tendrá que ir desvaneciendo, la sensación de tomar una mano y que responda con la misma fuerza deberá hacerse innecesaria, otra vez. Y, sobre todo, la necesidad de amor y comprensión y felicidad compartida tendrá que ser reemplazada con cosas menos difíciles y menos fáciles de imitar, disimular o falsear, porque la felicidad es una cosa que cada vez que te pinta de frente y te pasea su enorme e inalcanzable presencia tan cerca y cerca que creo que no solamente la toco, sino que la poseo y la presumo, debo sentirme nervioso y arisco puesto que sé que faltan pocos segundos para verme abofeteado por la realidad... ¿cuándo volverás a estar aquí...? No lo sé, pero sabré ser paciente y esperar...

Uno nunca sabe...